miércoles, 7 de agosto de 2013

O FORTUNA





O FORTUNA


Y no es casualidad que haga calor,
¿Cómo podría serlo?
Acaso hablamos de casualidades cuando vemos morir de hambre,
acaso el hambre es casualidad.
No es por fortuna que llueve,
al  igual que no es la mano de Tyche la que anega campos y arrasa personas.
Suerte quizá, la que encontramos en la salida del sol,
como la suerte que corre el desahuciado.
Hado, sino...
Destino del condenado a la silla eléctrica,
como destino es morir a las faldas de un volcán activo,
o ser pobre entre pobres,
o hambriento entre Somalíes.
Afortunados los ricos, porque ellos tendrán más que los pobres,
y no solo más dinero, si no vida y sino.
Pues, ¿qué destino queda cuando no queda suerte?
Azar de vida, de dados y cartas funestas,
de monedas a cara o cruz que siempre repiten resultado,
de un "piedra, papel y tijera" sin dedos...
Piedra...
Piedra...
Piedra, piedra, piedra...
¡Mierda!
¡Mierda de providencia que cuantifica la suerte!
Pues no encontrarás fortuna en comer arena sin pan para llevar a la boca.
Ni suerte en la muerte.
Hado funesto de nacimiento, como el que nace con una pistola en la boca del estómago,
o una daga en el alma.
Destino de mierda que nos envuelve, pues somos la casualidad de miles de actos.
Somos su causalidad, pues lo justificamos como Fortuna.
Afortunados bastardos que nos quejamos sin difteria, tifus y cólera en nuestras venas.
Azar y suerte.
Suerte y azar...y piedra.
Pues somos las piedras de la causalidad y con ella machacamos la casualidad.
Pues vivimos sometidos a la razón de la desgracia ajena.
Los domadores de la Fortuna.
Aquellos que se hicieron creer a sí mismos que,
todo lo malo que siempre ocurrió,
nunca fue nuestra culpa.